Hoy y el mundo conmemora el Día
Mundial de la Libertad de Prensa, y México tiene ante sí una tragedia.
El periodo de intimidación, agresiones y muerte contra periodistas y
medios de comunicación se ha prolongado por demasiado tiempo.
Difícil es identificar el momento
preciso en que empezó y difícil será saber cuándo, el momento en que parará.
Periodistas asesinados,
amenazados y perseguidos son parte del retrato de un país que sigue inmerso en
una espiral de violencia y de impunidad.
Apenas hace unos días Artículo 19
dio a conocer la amenaza que, por escrito, echaron por debajo de su puerta.
Darío Ramírez, su director, anunció que habían solicitado medidas cautelares
para su protección.
La revista Proceso informó sobre
las amenazas recibidas contra el periodista Jorge Carrasco, quien no solo ha
informado, sino que ha colaborado también como coadyuvante en las
investigaciones sobre el asesinato de su compañera Regina Martínez,
corresponsal en Veracruz de la revista. A un año del crimen de Regina se
concluyó un proceso judicial cuyas irregularidades y sentencia inverosímil han
sido denunciadas por Proceso y por el propio Carrasco.
Uno de los principales problemas
es que nos hemos acostumbrado. Nos hemos acostumbrado a ciertas cosas.
A notas e informaciones que
medios publican pero que lo hacen sin firma, para proteger a sus reporteros.
A periodistas que salen de sus
estados, como en Veracruz, para no seguir siendo amenazados.
A periodistas que pierden sus
trabajos por decir cosas.
A la existencia de colegas que
han tenido que recurrir a medidas de protección extremas para resguardar su
integridad física. Lydia Cacho, Anabel Hernández o Ana Lilia Pérez son algunos
de estos nombres.
A periodistas que desaparecen
como Gerardo Padilla Blanquet en Coahuila, esta misma semana.
Nos hemos acostumbrado. Malamente
nos hemos acostumbrado a estas cosas.
Los ataques contra la prensa no
solo se registran en casos individuales de periodistas.
Las agresiones impunes se dan
también contra los medios, en sus instalaciones y también contra sus
directivos.
Uno de los grupos de comunicación
más importantes e influyentes del país, el Grupo Reforma, ha sido víctima de
diferentes ataques por lo menos 6 o 7
los ataques directos a sus instalaciones. Uno de esos ataques se realizó hace
apenas unas semanas, cuando fueron lanzados dos explosivos contra las
instalaciones del periódico Mural en Guadalajara.
El propio presidente del Grupo
Reforma, Alejandro Junco de la Vega, ha sido sujeto de amenazas directas que
también han sido denunciadas y, como en todos los demás casos, no han sido
esclarecidas.
Autoexilio, autocensura e
incertidumbre forman parte de este clima. Los periódicos Zócalo, en Saltillo,
Piedras Negras, Acuña y Monclova, anunciaron que dejarán de publicar
información sobre el crimen organizado. Ante las amenazas recibidas y para
proteger vida e integridad de sus más de mil trabajadores, directivos y sus
familias, el Consejo Editorial del rotativo anunció que: "en virtud de que no existen garantías ni
seguridad para el ejercicio pleno del periodismo, se decidió abstenerse de
publicar toda información relacionada con el crimen organizado". En su
editorial de cuatro párrafos, no abandona la esperanza de que "la auténtica paz reine pronto en nuestra querida
patria".
Otros periódicos como El
Imparcial, y El Mañana de Nuevo Laredo, han tomado decisiones en el mismo
sentido y así se lo han informado a sus lectores y nosotros nos hemos acostumbrado.
A pesar de que en algunos casos
de los que parecen más graves se ha tenido intervención de las autoridades, eso
tampoco ha frenado las agresiones.
El Siglo de Torreón lleva en su haber
varios ataques. El último, cuando un grupo armado disparó contra sus
instalaciones. Se llegó a decir que el ataque no era contra el periódico sino
contra los policías federales que resguardaban al periódico.
Freedom House, en su reciente
informe global, destaca sobre México:
"...los altos niveles de violencia e intimidación contra los medios de
comunicación". Estamos considerados dentro del grupo de países en
donde la libertad de expresión está bajo amenaza.
Hoy que el mundo conmemora el 20
aniversario de la instauración del Día Mundial de la Libertad de Prensa, es
buen momento para decir que México deberá tomarse más en serio este asunto.
Aquí se mencionaron algunos de los casos más conocidos en una lista que lejos
está de ser exhaustiva.
En ésta y en cualquier otra fecha
debemos insistir en que atentar contra la libertad de expresión y de prensa es
atentar contra los derechos y libertades fundamentales de la sociedad entera.
Fragmento del discurso de
aceptación de la medalla de la Legión de Honor de la República Francesa.
La libertad de expresión
contribuye a ejercer otros derechos y libertades fundamentales como la libertad
de prensa, los derechos de reunión, de asociación, de petición y de
participación política. Es un derecho humano básico, constitucional,
fundamental: inherente y necesario a la naturaleza humana.
En México este día se remonta a
los tiempos de Benito Juárez, quien legisló para que los mexicanos se expresen
libremente. Posteriormente este derecho se vio reprimido durante la época del Porfiriato.
Aun cuando se restringía este derecho, muchos periodistas desde su trinchera
lucharon por manifestar sus opiniones, tal es el caso de la tulancinguense
María Luisa Ross Landa, quien fue la primera reportera mexicana que se hizo
periodista justamente en el periodo revolucinario.
La lucha por la libertad de
expresión nos corresponde a todos, ya que es la lucha por la libertad de
expresar nuestro propio individualismo. Respetar la libertad de los demás a
decir cualquier cosa, por más ofensiva que la consideremos, es respetar nuestra
propia libertad de palabra. La libre manifestación de las ideas está consagrada
en nuestra Carta Magna en los artículos 6º y 7º; por el gobierno del Presidente
Miguel Alemán Valdés, estableció el 7 de junio de 1951 como el Día de la
Libertad de Expresión en México.
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publicaremos.